Santa Ana fue la siempre casta esposa de San Joaquín, el padre de nuestra Santísima Virgen. Aunque avanzados en edad, los santos Joaquín y Ana permanecieron fervientes en sus oraciones para ser bendecidos con un hijo. Dios se alegró de su devoción y eligió bendecirlos con una concepción milagrosa, ya pasada la edad fértil, como resultado de su amor a Él y de su amor mutuo.
La tradición enseña que mientras Joaquín estaba fuera de casa, un ángel de Dios se le apareció en una visión. Este ángel le prometió que ella y San Joaquín tendrían un hijo que sería bendecido a través de los siglos. Al despertar de esta visión, Santa Ana se apresuró a compartir su emoción con su marido. Lo saludó al llegar a casa y se enteró de que él también había sido bendecido con una visión angélica de las mismas buenas noticias.
¡Qué felicidad tan indescriptiblemente dulce debió existir en sus corazones al saber que Dios les concedía tal bendición! En agradecimiento y devoción a su Señor, Santa Ana entregó a María al servicio del Templo cuando sólo tenía tres años.
Como resultado de su ejemplar amor, devoción y obediencia a la Voluntad del Padre, Santa Ana fue nombrada Patrona de las madres, abuelas, abuelos, mujeres solteras, mujeres infértiles y niños no nacidos. En el arte se la muestra como madre amorosa de María, a menudo en compañía de su amado esposo, San Joaquín, y muchas veces con el niño Jesús.
Santa Ana