¿Cómo se examina y diagnostica el Síndrome Radicular?
El diagnóstico correcto para el síndrome radicular comienza con un examen físico completo del cuello, la espalda, los brazos y las extremidades inferiores. El médico buscará cualquier problema de flexibilidad, fuerza muscular, sensibilidad y reflejos. Pueden estar indicadas las radiografías para mostrar la anatomía ósea de la columna vertebral. También puede solicitarse una resonancia magnética o una tomografía computarizada. Una resonancia magnética es útil para mostrar la compresión de las raíces nerviosas al ofrecer una imagen detallada de las estructuras de los tejidos blandos. El TAC se utiliza a menudo para evaluar la anatomía ósea de la columna vertebral, que puede mostrar el espacio disponible para las raíces nerviosas y la médula espinal dentro del canal espinal. Al principio, en situaciones leves, es posible que no se requieran estudios de imagen.
¿Cuáles son los tratamientos para el dolor radicular?
La fisioterapia, la manipulación quiropráctica, la educación del paciente y la medicación antiinflamatoria no esteroidea son las opciones de tratamiento no invasivas más comunes para la mayoría de los pacientes sin evidencia de debilidad muscular significativa causada por el síndrome radicular. Las inyecciones epidurales de esteroides también pueden considerarse para los casos graves. Como se ha comentado anteriormente, la debilidad muscular es un signo preocupante de la compresión de la raíz nerviosa o del síndrome radicular. Las pruebas nerviosas (electromiografía o EMG) pueden estar indicadas para comprobar objetivamente el estado de la conexión nervio-músculo, sobre todo si las pruebas de fuerza están limitadas por el dolor. Si un paciente sufre una lesión nerviosa real, puede estar indicada la cirugía para aliviar la presión sobre los nervios. En otras situaciones, se puede ofrecer la cirugía si las opciones de tratamiento no quirúrgico no han conseguido mejorar los síntomas del síndrome radicular. Es importante discutir las opciones de tratamiento con su médico para decidir qué tratamiento, si lo hay, puede ser el mejor para usted.