Los dermatólogos llevan décadas evaluando a pacientes con tatuajes, y nunca han encontrado un aumento de la prevalencia del cáncer de piel en esos individuos. Lo mismo ocurre con los pacientes que ya han tenido un melanoma u otra forma de cáncer de piel: no se ha demostrado que las tintas utilizadas en los tatuajes aumenten su riesgo de recurrencia. Las personas que han tenido cáncer de piel siempre tienen un mayor riesgo de desarrollar futuros cánceres de piel, pero los tatuajes no aumentan ese riesgo.
Sin embargo, nunca es una buena idea hacerse un tatuaje demasiado cerca (o sobre) un lunar. Los cambios que se producen en un lunar -en su simetría, borde, color, tamaño, forma o textura- son señales de advertencia potencialmente clave de que la lesión puede estar evolucionando hacia un melanoma u otro tipo de cáncer de piel. Es importante que todos los lunares queden completamente visibles, o se corre el riesgo de retrasar su detección. Tampoco es aconsejable tatuar sobre una cicatriz de melanoma. Es importante poder mirar la cicatriz en caso de recidiva. El tatuaje cubrirá la zona y permitirá potencialmente que no se detecte una recidiva.
Cuando el cáncer de piel se descubre y se trata a tiempo, suele ser curable. Los cánceres de piel más avanzados son más difíciles de tratar y pueden llegar a ser desfigurantes o incluso mortales si se permite su propagación. Por ello, todo lo que retrase la detección puede ser extremadamente peligroso. Si te haces un tatuaje, asegúrate de colocarlo lejos de cualquier lunar u otra mancha que esté cambiando o que te preocupe. Esto es especialmente importante para las personas que tienen múltiples lunares o el síndrome del lunar atípico, ya que tienen un mayor riesgo de desarrollar un melanoma.
Acerca del experto:
Ariel Ostad, MD, es dermatólogo y cirujano de Mohs en la práctica privada en la ciudad de Nueva York, y profesor clínico adjunto de dermatología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York.