El equipo de fútbol amateur de Doug acababa de perder su partido de desempate, y Doug necesitaba un estímulo. Decidió pasar por el refugio de animales local de camino a casa porque los cachorros siempre le hacen sonreír. No quería adoptar un animal, pero Delia, un chucho de cinco meses, le hizo cambiar de opinión. «La tuve durante 17 años», dijo Doug, secándose las lágrimas en nuestra sesión de psicoterapia. «Sabía que sería duro cuando muriera, pero no tenía ni idea… Estaba totalmente destrozado. Lloré durante días. No podía hacer ningún trabajo. Y lo peor de todo es que me daba demasiada vergüenza contárselo a alguien. Me pasé días en el trabajo llorando en privado y murmurando «alergias» cada vez que alguien miraba mis ojos hinchados».
La pérdida de una mascota querida suele ser una experiencia emocionalmente devastadora. Sin embargo, como sociedad, no reconocemos lo dolorosa que puede ser la pérdida de una mascota y lo mucho que puede perjudicar nuestra salud emocional y física. Los síntomas del duelo agudo tras la pérdida de una mascota pueden durar de uno a dos meses, y los síntomas del duelo persisten hasta un año entero (de media). La revista New England Journal of Medicine informó en octubre de 2017 de que, tras la muerte de su perro, una mujer experimentó el «síndrome del corazón roto», una afección en la que la respuesta al duelo es tan grave que la persona presenta síntomas que imitan un ataque al corazón, incluyendo niveles hormonales elevados que pueden ser 30 veces superiores a los normales.
Aunque el duelo por la pérdida de una mascota querida puede ser tan intenso e incluso tan prolongado como cuando muere una persona importante en nuestra vida, nuestro proceso de duelo es muy diferente. Muchos de los mecanismos sociales de apoyo de la comunidad están ausentes cuando muere una mascota. Pocos de nosotros pedimos a nuestros jefes tiempo libre para llorar la muerte de un gato o un perro querido porque tememos que eso nos haga parecer demasiado sentimentales, faltos de madurez o emocionalmente débiles. Los estudios han demostrado que el apoyo social es un ingrediente crucial para recuperarse de cualquier tipo de duelo. Por lo tanto, no sólo se nos priva de sistemas de apoyo inestimables cuando muere nuestra mascota, sino que nuestra propia percepción de nuestras respuestas emocionales puede añadir una capa adicional de angustia. Es posible que nos sintamos avergonzados por la gravedad de la angustia que sentimos y, en consecuencia, dudemos en revelar nuestros sentimientos a nuestros seres queridos. Esa vergüenza adicional complica el proceso de recuperación haciéndolo más largo y complejo de lo que debería ser.
La pérdida de una mascota puede dejar vacíos significativos en nuestra vida que necesitamos llenar: puede cambiar nuestras rutinas diarias, causando efectos en cadena que van mucho más allá de la pérdida del animal en sí. Cuidar de nuestra mascota crea responsabilidades y un horario en torno al cual solemos organizar nuestros días. Hacemos ejercicio paseando a nuestro perro y nos relacionamos con otros dueños en las carreras de perros. Nos levantamos temprano cada día para dar de comer a nuestro gato (¡o nos despierta una mascota si se nos olvida!), pero conseguimos hacer mucho más gracias a ello.
La pérdida de una mascota altera estas rutinas. Los gatos, los perros, los caballos y otras mascotas queridas proporcionan compañía, reducen la soledad y la depresión y pueden aliviar la ansiedad. Apoyan nuestro bienestar emocional e impregnan de significado nuestras acciones. Por eso, además del dolor emocional, nos sentimos sin rumbo y perdidos en los días y semanas posteriores a la muerte de nuestra mascota.
La recuperación de la pérdida de una mascota, como en todas las formas de duelo, requiere que reconozcamos estos cambios y encontremos la manera de afrontarlos. Necesitamos buscar el apoyo social de personas que sabemos que entenderán y simpatizarán con nuestras emociones y no nos juzgarán por ellas. Muchas clínicas de animales ofrecen grupos de duelo para propietarios de mascotas.
Puede que necesitemos reorganizar nuestras rutinas y actividades diarias para no perder los beneficios secundarios que nos aportaba tener nuestra mascota. Por ejemplo, si nuestro ejercicio provenía de sacar a pasear a nuestro perro, tenemos que encontrar formas alternativas de alcanzar nuestros «objetivos de pasos» diarios. Si pasábamos la mayoría de las mañanas de los sábados con nuestros compañeros dueños de mascotas, tenemos que encontrar otras salidas a través de las cuales podamos socializar y disfrutar del aire libre.
Es hora de que demos a los dueños de mascotas en duelo el reconocimiento, el apoyo y la consideración que necesitan. Sí, depende de nosotros identificar y tratar nuestras heridas emocionales cuando muere nuestra mascota, pero cuanta más validación recibamos de quienes nos rodean, más rápida y completa será nuestra recuperación psicológica.