Lamentamos enormemente anunciar que la señorita Florence Nightingale, memorable por su trabajo como organizadora e inspiradora del servicio de enfermería de la Guerra de Crimea, murió en su casa de Londres de forma un tanto inesperada el sábado por la tarde.
La causa de la muerte fue un fallo cardíaco. Dos miembros de su familia estaban presentes cuando la señorita Nightingale falleció. El funeral tendrá lugar en el transcurso de los próximos días, y tendrá el carácter más tranquilo posible, de acuerdo con el deseo expresado por la señorita Nightingale.
Salvando al ejército
La señorita Nightingale apenas había llegado cuando los heridos de Inkerman comenzaron a llegar al hospital. En unas seis semanas, 8.000 pacientes habían sido enviados a Scutari desde Crimea, por no hablar de los que habían quedado en los hospitales cuando comenzó la expedición. No había espacio ni para la mitad. Las camas de los hospitales se tocaban literalmente unas con otras. A menudo era difícil llegar a un herido sin pasar por encima del cuerpo de su compañero.
Las ratas invadían las salas y corrían impunemente entre los vivos y los muertos. Cientos de hombres perecieron por el mero hecho de respirar el aire del lugar. La tasa de mortalidad por todas las causas era realmente espantosa. Si hubiera continuado como en el mes de febrero de 1855, más de cuatro veces la población hospitalaria de ese período habría perecido en un año. En Crimea las cosas fueron igual de malas en grado. Mientras los 8.000 británicos yacían en Scutari, cerca de la mitad del número yacía postrado en Balaclava en casi la misma condición de miseria impotente.
De hecho, la tarea de Florence Nightingale era nada menos que salvar al ejército británico. Sin ella, o en todo caso sin una labor como la que emprendió, nuestros generales se habrían quedado pronto sin un solo hombre. Sus esfuerzos fueron proporcionados a la grandeza de la ocasión. La limpieza y adaptación del hospital, el establecimiento de una lavandería y de cocinas para enfermos, el suministro de alimentos y de todo tipo de necesidades, y la organización de un sistema regular de enfermería y de una plantilla de enfermeras, ya que muchas tuvieron que ser despedidas por incompetentes, todo esto fue planeado y llevado a cabo bajo la terrible presión de una carrera constante con la muerte.
La liberalidad del público de su país le permitió proporcionar grandes cantidades de provisiones y artículos de primera necesidad, cuyo coste fue en parte reembolsado por el Gobierno, y la distribución de estos y de la inmensa acumulación de regalos en especie de Gran Bretaña fue una parte importante de su trabajo. Sus esfuerzos no se limitaron al hospital en el que se había instalado, pero éste tuvo, por supuesto, una mayor parte de las ventajas de su superintendencia personal. Poco a poco, pero muy rápidamente si tenemos en cuenta la enorme cantidad de trabajo que había que hacer, se convirtió en una institución modelo en su género.