PseudoCrisóstomo: Pero si es él quien te ha hecho el mal, y sin embargo eres el primero en buscar la reconciliación, tendrás una gran recompensa.
Crisóstomo: Si el amor por sí solo no es suficiente para inducirnos a reconciliarnos con nuestro prójimo, el deseo de que nuestra obra no quede imperfecta, y especialmente en el lugar santo, debe inducirnos.
Gregorio Magno: Lo El no está dispuesto a aceptar el sacrificio de manos de aquellos que están en desacuerdo. Por lo tanto, considera cuán grande es el mal de las disputas, que echan a perder lo que debería ser el medio de remisión de los pecados.
Pseudo Crisóstomo: Ved la misericordia de Dios, que piensa más bien en el beneficio de los hombres que en su propio honor; ama más la concordia en los fieles que las ofrendas en su altar; pues mientras haya disensiones entre los fieles, su donativo no es mirado, su oración no es escuchada. Pues nadie puede ser verdadero amigo al mismo tiempo de dos que son enemigos entre sí. Del mismo modo, no guardamos nuestra lealtad a Dios, si no amamos a sus amigos y odiamos a sus enemigos. Pero tal como fue la ofensa, tal debe ser también la reconciliación. Si has ofendido con el pensamiento, reconcíliate con el pensamiento; si con las palabras, reconcíliate con las palabras; si con las obras, reconcíliate con las obras. Porque así es en todo pecado, en cualquier clase que se haya cometido, en esa clase se hace la penitencia.
Hilario de Poitiers: Nos manda que cuando se restablezca la paz con nuestros semejantes, entonces volvamos a la paz con Dios, pasando del amor de los hombres al amor de Dios; entonces ve y ofrece tu regalo.
Augustino: Si se toma esta indicación al pie de la letra, podría llevar a algunos a suponer que, en efecto, esto debe hacerse así si nuestro hermano está presente, pues no se puede hablar de mucho tiempo cuando se nos pide que dejemos nuestra ofrenda allí ante el altar. Porque si él está ausente, o posiblemente más allá del mar, es absurdo suponer que la ofrenda debe dejarse ante el altar; para ser ofrecida después de que hayamos atravesado la tierra y el mar para buscarlo. Por lo tanto, debemos adoptar un sentido interno y espiritual del conjunto, si queremos entenderlo sin que implique ningún absurdo. El don que ofrecemos a Dios, ya sea el aprendizaje, o la palabra, o lo que sea, no puede ser aceptado por Dios a menos que esté respaldado por la fe. Si, pues, hemos perjudicado en algo a un hermano, debemos ir a reconciliarnos con él, no con los pies corporales, sino con los pensamientos del corazón, cuando, con humilde contrición, te eches a los pies de tu hermano a la vista de Aquel cuya ofrenda vas a ofrecer. Porque así, de la misma manera que si Él estuviera presente, puedes con corazón no fingido buscar su perdón; y volviendo de allí, es decir, regresando de nuevo tus pensamientos a lo que habías comenzado a hacer, puedes hacer tu ofrenda.
Augustino: Si no es lícito enojarse con un hermano, o decirle Racha, o Necio, mucho menos es lícito guardar en la memoria cualquier cosa que pueda convertir el enojo en odio.
Jerónimo: No es, Si tienes algo contra tu hermano; sino, Si tu hermano tiene algo contra ti, para que la necesidad de reconciliación sea más imperativa.
Augustino: Y él tiene algo contra nosotros cuando lo hemos agraviado; y nosotros tenemos algo contra él cuando nos ha agraviado, en cuyo caso no había necesidad de ir a reconciliarse con él, pues sólo teníamos que perdonarlo, como deseamos que el Señor nos perdone.