La luxación medial de rótula es una condición en la que la rótula no permanece en su posición normal en el surco del extremo del fémur (hueso del muslo) y sale, o se luxa, hacia la superficie medial (interior) de la rodilla.
¿Qué causa la luxación medial de rótula?
Para entender la causa de la luxación medial de rótula (LPM), tenemos que entender un poco la anatomía de la rodilla. Sorprendentemente, la estructura de la articulación de la rodilla es similar entre perros, gatos y humanos. La rótula es un pequeño hueso en la articulación de la rodilla que funciona como parte de un «mecanismo de polea» para extender la rodilla. Cuando los músculos del cuádriceps del muslo se contraen, tiran de un fuerte tendón que cruza la articulación de la rodilla y se inserta en la parte delantera de la tibia. La rótula es un pequeño hueso dentro de este tendón y normalmente se desliza en un surco en el extremo del fémur. Cuando la rótula permanece dentro de este surco, la extensión y la flexión de la rodilla pueden producirse sin problemas. Cuando se sale del surco, el mecanismo extensor funciona mal, la distribución de la presión a través de la rodilla se altera y puede producirse cojera.
La LPM puede deberse a una combinación de variaciones congénitas y anatómicas, así como a un traumatismo, y a menudo puede afectar a ambas extremidades posteriores simultáneamente. Las causas congénitas son más comunes en los perros de razas pequeñas y de juguete, como el maltés, el caniche y el yorkshire terrier, entre otros. Lo más probable es que esto se deba a los cambios en su anatomía que se producen tras siglos de cría para producir estos perros pequeños a partir de sus ancestros lobos originales. Sin embargo, los perros y gatos de razas más grandes también pueden verse afectados por la luxación medial de rótula, debido a un traumatismo o a causas congénitas.
Los signos de la LMP dependen de la causa y la gravedad de la afección. Si se debe a cambios congénitos, suele notarse por primera vez alrededor de los 6 a 12 meses de edad y puede empeorar progresivamente o hacerse más frecuente con el tiempo. Por lo general, las mascotas que han sufrido una LMP experimentan una cojera repentina y sin carga de peso, que puede resolverse rápida y completamente tras unos cuantos saltos o tras estirar la pata en extensión. Los casos leves pueden no mostrar nunca signos clínicos. En los casos más graves, a menudo se observan cojera y dolor persistentes.
¿Cómo se diagnostica la luxación de rótula medial?
Las luxaciones de rótula medial (LPM) se diagnostican basándose en la exploración física realizada por un veterinario. En algunos casos, las radiografías son útiles para confirmar el diagnóstico y para evaluar otras condiciones concurrentes. Las LMP se clasifican en una escala de gravedad del 1 al 4. El grado 1 es el más leve, con la rótula en su sitio la mayor parte del tiempo pero que puede luxarse manualmente durante la exploración cuando se aplica presión. Las luxaciones de grado 2 se producen espontáneamente, con la rótula entrando y saliendo libremente del surco. Las luxaciones de grado 3 significan que la rótula está luxada en la mayoría de las ocasiones, pero aún puede volver a colocarse manualmente en el surco. Las luxaciones de grado 4 son las más graves, ya que indican que la rótula está permanentemente fuera de su surco y no puede volver a colocarse sin intervención quirúrgica. Las luxaciones de grado 2 y superior suelen ser progresivas a lo largo del tiempo, ya que la luxación repetida de la rótula provoca el desgaste del hueso y el desarrollo de artritis, así como otros cambios en los huesos y músculos de la extremidad. Por este motivo, se suele recomendar la reparación quirúrgica de las luxaciones de grado clínico 2 o superior.
La LMP también puede verse simultáneamente con otras afecciones, especialmente lesiones del ligamento cruzado craneal (similar al LCA en los humanos). Esto se debe a que la rótula y su ligamento asociado son fuertes estabilizadores de la articulación de la rodilla, y si no están en su posición normal, las otras estructuras más pequeñas pueden estar en riesgo de lesión.
¿Cómo se trata la luxación de rótula medial?
La luxación de rótula medial (LPM) de grado 2 o superior suele requerir tratamiento quirúrgico. En la mayoría de los casos, el tratamiento quirúrgico consiste en varios miniprocedimientos realizados conjuntamente durante una única cirugía. Estos procedimientos pueden incluir la profundización del surco del extremo del fémur, la liberación de los músculos que ejercen una tensión medial excesiva sobre la rótula, el tensado de los tejidos blandos (ligamentos y fascia) que mantienen la rótula en su sitio y el ajuste del punto de inserción del tendón rotuliano en la cresta tibial (parte delantera de la tibia). Este último procedimiento consiste en realizar un pequeño corte en el hueso, que permite transponer el tendón, y asegurar el hueso en su lugar con clavos de acero inoxidable. Las correcciones del MPL también pueden realizarse junto con procedimientos de estabilización para desgarros del LCC, si es necesario.
Debido a que la cirugía requiere anestesia general, se requieren análisis de sangre para evaluar la salud de la mascota y deben realizarse en las dos semanas siguientes a la fecha del procedimiento. El tratamiento del dolor es una prioridad tanto durante como después de la cirugía y puede incluir una combinación de terapias.
Las complicaciones después de la cirugía suelen ser leves y se asocian con el enrojecimiento de la incisión, la hinchazón o los hematomas. En raras ocasiones, puede producirse una reluxación de la rótula en el postoperatorio, lo que requiere una reparación quirúrgica adicional; sin embargo, esto suele limitarse a los grados de luxación más graves. Algunos animales rechazan los clavos metálicos colocados para transponer la cresta tibial con el tiempo, lo que hace que los clavos se salgan del hueso, normalmente en los primeros tres a 12 meses. Si esto ocurre, los clavos normalmente pueden ser retirados a través de un procedimiento menor.
¿Cuál es la recuperación y los cuidados postoperatorios?
Después de la cirugía, se requiere una estricta restricción de la actividad para permitir la curación, sin correr, saltar o jugar. Los perros suelen empezar a utilizar la pata operada durante las primeras dos semanas posteriores a la cirugía. El período total de curación suele ser de dos a tres meses, durante los cuales se permitirá a su mascota aumentar gradualmente los paseos y el ejercicio bajo la dirección del cirujano y del profesional de la rehabilitación.
La fisioterapia es un componente clave para que la mascota se recupere sin problemas, mejorando la comodidad, fomentando el uso normal de la extremidad y manteniendo o mejorando la masa muscular. La fisioterapia suele iniciarse en los primeros siete a 14 días tras la cirugía, y puede incluir un plan de ejercicios en casa o citas con el profesional de la rehabilitación, dependiendo de las necesidades de la mascota.