Las luces fluorescentes están en todas partes: en las escuelas, los hospitales, las tiendas de comestibles, el centro comercial y ahora, más que nunca, también están en nuestros hogares. Con las recientes iniciativas para aumentar la eficiencia energética, las personas están cambiando regularmente sus bombillas incandescentes por bombillas fluorescentes en las lámparas de las mesillas de noche y en las lámparas colgantes de la cocina. El resultado es simplemente una factura de energía más baja para la mayoría, pero para los 37 millones de estadounidenses que son sensibles a la luz, este pequeño cambio puede añadirse al estrés constante al que está sometido su cerebro como resultado de la iluminación brillante y fluorescente.
Desde 1980, la investigación ha documentado repetidamente la presencia de, y las dificultades asociadas con, un trastorno poco conocido conocido como síndrome de Irlen. El síndrome de Irlen es un trastorno del procesamiento perceptivo que afecta al 12-14% de la población general y que se caracteriza por una serie de síntomas físicos exacerbados por la iluminación brillante (luces brillantes, fluorescentes, pantallas de ordenador, iPhone, papel blanco, pizarras blancas) y por las actividades de alta intensidad visual.
Tres décadas de investigación psicológica y educativa han documentado las dificultades que experimentan los individuos con síndrome de Irlen, incluyendo problemas con la claridad y estabilidad de la impresión, dolores de cabeza, migrañas, náuseas, percepción de la profundidad y fatiga. Sin embargo, sólo una investigación reciente que utiliza tecnología avanzada de mapeo cerebral ha revelado el aspecto exacto del cerebro cuando las personas con síndrome de Irlen se exponen a una luz brillante y se les asignan actividades de gran intensidad visual. Los investigadores han utilizado imágenes de resonancia magnética funcional (IRMf), respuestas visuales evocadas (RVE) y tomografía computarizada por emisión de fotón único (SPECT) para documentar objetivamente los profundos efectos de la sobrecarga sensorial en el cerebro. En un estudio realizado por Amen y sus colegas, en el que se compararon los cerebros de 42 personas con síndrome de Irlen con los de 200 individuos de la misma edad sin ninguna evidencia de síndrome de Irlen, la SPECT mostró un aumento de la actividad en los centros de procesamiento emocional y visual del cerebro y una disminución de la actividad en el cerebelo (un área que ayuda a integrar la coordinación y la nueva información).
Para estas personas, la iluminación y el deslumbramiento, el alto contraste (impresión en negro sobre papel blanco) y las actividades visualmente intensas crean altos niveles de estrés para un cerebro que es incapaz de procesar correctamente la información visual que se le envía. Las luces fluorescentes son excepcionalmente molestas para las personas con síndrome de Irlen y tienden a desencadenar y exacerbar los síntomas, incluidos los dolores de cabeza y las migrañas. Sus cerebros tienen dificultades para procesar longitudes de onda específicas de la luz, y las longitudes de onda ofensivas de la luz crean estrés para el cerebro, dando lugar a un exceso de actividad, patrones cerebrales complejos y un funcionamiento no normalizado. Esto da lugar a una serie de problemas, como dificultades para leer porque las letras y las palabras se desdibujan o se mueven en la página; problemas de deslumbramiento o incomodidad por el fondo blanco de la página impresa; síntomas físicos, como dolores de cabeza, migrañas, náuseas, cansancio ocular y problemas de percepción de la profundidad. Además, cuando el cerebro está sometido a un estrés constante por las condiciones de iluminación y el entorno, puede afectar al funcionamiento de todo el sistema nervioso, lo que provoca no sólo síntomas físicos como dolores de cabeza y migrañas, sino que también afecta al sistema autoinmune, a las alergias, a los patrones de sueño y a los niveles generales de energía.
El color puede aliviar el dolor y normalizar el cerebro
Para las personas con síndrome de Irlen, es posible eliminar el estrés del cerebro utilizando filtros espectrales de color (que se llevan como gafas). El color correcto filtrará la(s) longitud(es) de onda específicas a las que el individuo es sensible. Esto modifica la velocidad a la que la información visual llega al cerebro y permite que éste procese correctamente la información, eliminando la incomodidad física y la distorsión en la página impresa y en el entorno. Las exploraciones SPECT muestran que cuando un individuo con síndrome de Irlen lleva el color correcto, la mayoría de los puntos calientes que muestran una actividad cerebral hiperactiva desaparecen. Esto se traduce en un cerebro tranquilo, en la eliminación de los dolores de cabeza, las migrañas y otras molestias físicas, y en una mayor capacidad para procesar la información visual.
Lo importante es recordar que la mayoría de las personas no tienen ningún problema con la iluminación fluorescente: no les da dolores de cabeza, no les dificulta la lectura, no afecta al funcionamiento de su cerebro. Sin embargo, para aquellos que forman parte de los 37 millones de estadounidenses que se calcula que son sensibles a la luz, la iluminación fluorescente puede tener un efecto dramático en el cerebro y en la capacidad del individuo para procesar la información visual con éxito y sin dolor. El color puede aliviar la sensibilidad a la luz y las dificultades y molestias relacionadas para muchos.
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