Karma, sánscrito karman («acto»), pali kamma, en la religión y la filosofía indias, la ley causal universal por la que las acciones buenas o malas determinan los modos futuros de la existencia de un individuo. El karma representa la dimensión ética del proceso de renacimiento (samsara), cuya creencia es generalmente compartida por las tradiciones religiosas de la India. Las soteriologías indias (teorías de la salvación) postulan que los futuros nacimientos y situaciones vitales estarán condicionados por las acciones realizadas durante la vida presente, que a su vez ha sido condicionada por los efectos acumulados de las acciones realizadas en vidas anteriores. La doctrina del karma dirige así a los seguidores de las religiones indias hacia su objetivo común: la liberación (moksha) del ciclo de nacimiento y muerte. Así, el karma cumple dos funciones principales dentro de la filosofía moral india: proporciona la principal motivación para vivir una vida moral y sirve como explicación principal de la existencia del mal.
Derivado de la palabra sánscrita karman, que significa «acto», el término karma no tenía ningún significado ético en su uso especializado más antiguo. En los textos antiguos (1000-700 a.C.) de la religión védica, el karma se refería simplemente a la acción ritual y sacrificial. Sin embargo, a medida que la teología sacerdotal del sacrificio fue articulada por los sacerdotes brahmanes en los siglos siguientes, la acción ritual pasó a considerarse eficaz por sí misma, independiente de los dioses. El karma como ritual funcionaba de forma autónoma y de acuerdo con una ley ritual cósmica.
La primera evidencia de la expansión del término hacia un ámbito ético se encuentra en los Upanishads, un género de los Vedas (escrituras sagradas) que se ocupa de la ontología, o el estudio filosófico del ser. A mediados del primer milenio a.C., el teólogo védico Yajnavalkya expresó una creencia que más tarde se convirtió en un lugar común, pero que en aquella época se consideraba nueva y esotérica: «Un hombre se convierte en algo bueno por una buena acción y en algo malo por una mala acción». Aunque dentro de la tradición ritual védica la «buena acción» y la «mala acción» pueden haber incluido tanto actos rituales como morales, este aspecto moral del karma dominó cada vez más el discurso teológico, especialmente en las religiones del budismo y el jainismo, que surgieron hacia la mitad del primer milenio a.C. Ambas religiones abrazaron modos de vida ascéticos y rechazaron las preocupaciones rituales de los sacerdotes brahmanes.
La conexión entre las dimensiones ritual y moral del karma es especialmente evidente en la noción del karma como ley causal, conocida popularmente como la «ley del karma.» Muchas tradiciones religiosas -sobre todo las religiones abrahámicas que surgieron en Oriente Medio (judaísmo, cristianismo e islamismo)- ponen la recompensa y el castigo por las acciones humanas en manos de un legislador divino. En cambio, las tradiciones clásicas de la India -el hinduismo, el budismo y el jainismo, al igual que la teología védica de los sacrificios que las precedió- consideran que el karma funciona según una ley causal autónoma. Ninguna voluntad divina o agente externo interviene en la relación del acto moral con su resultado inevitable. La ley del karma representa así una teodicea marcadamente no teísta, o una explicación de por qué hay maldad en el mundo.
Una vez que se saca a un juez divino de la ecuación, surge una nueva pregunta: dentro de una secuencia causal, ¿cómo puede un acto producir un efecto en un momento futuro alejado de la realización del acto? Las distintas filosofías morales indias ofrecen respuestas diferentes, pero todas reconocen algún tipo de residuo kármico resultante del acto inicial. El jainismo, por ejemplo, considera que el karma es una sustancia fina y particulada que se deposita en el alma (jiva) de quien comete acciones o tiene pensamientos inmorales, haciéndola impura y pesada y sumiéndola en el mundo material del renacimiento. La tradición ritualista védica que precedió al hinduismo aportó el concepto de apurva, la potencia latente creada en el alma por las acciones rituales y morales. Al igual que una semilla, un apurva brota en nuevas realidades en un futuro lejano. Otras tradiciones -por ejemplo, el yoga y el budismo- ofrecen explicaciones psicológicas en las que los residuos kármicos producen tendencias disposicionales (samskaras) y huellas psicológicas (vasanas) que determinan los futuros nacimientos y los rasgos de la personalidad de un individuo. Cada uno de estos ejemplos demuestra cómo el concepto de karma proporcionaba un puente entre la causa y el efecto separados por el tiempo.
La doctrina del karma implica que el karma de una persona no puede tener efecto en el futuro de otra. Sin embargo, aunque en teoría el karma es específico de cada individuo, muchos aspectos de las religiones indias reflejan la creencia generalizada de que el karma puede ser compartido. Por ejemplo, la doctrina de la transferencia de méritos, por la que una persona puede transferir su buen karma a otra, se encuentra tanto en el budismo como en el hinduismo. Las ofrendas ancestrales y otros rituales para los difuntos demuestran que se cree que los actos realizados por los vivos influyen en el bienestar de los muertos. Por último, las actividades piadosas, incluidas las peregrinaciones, suelen realizarse en beneficio de los familiares vivos o fallecidos.