Hasta aquí todo bien, ¿verdad? El alcohol aumenta su metabolismo y sale de su sistema rápidamente? Sin embargo, antes de ir al bar, hay que tener en cuenta que el alcohol puede disuadir tus objetivos de fitness, no por su composición química, sino por el vehículo que lo transporta (cerveza, vino, etc.). No es ningún secreto que el alcohol disminuye las inhibiciones y merma la capacidad de tomar decisiones racionales. El efecto más peligroso que puede tener la bebida para ponerse en forma no es el alcohol en sí, sino la intoxicación que conlleva.
Es una historia demasiado familiar: Te pasas toda la semana controlando cuidadosamente tu dieta y tomando buenas decisiones, y al llegar el viernes por la noche sales a tomar unas copas y lo siguiente que sabes es que te vas de bruces a un plato de patatas fritas (hasta luego, dieta). Y para que no se nos olvide, el alcohol contiene calorías (7 por gramo, menos que las grasas pero más que los carbohidratos y las proteínas). Un chupito de licor claro te supondrá una media de 80 a 90 calorías, mientras que las bebidas afrutadas o las cervezas fuertes como las IPA pueden superar las 200. El alcohol también contiene más azúcares y carbohidratos, lo que puede ser perjudicial para los que tienen intolerancia al gluten y los que tienen cándida y sobrecrecimiento de levadura (sin embargo, existen cócteles saludables. Aquí se explica cómo hacerlos).