El reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil sufrió una explosión durante una prueba técnica el 26 de abril de 1986. Como resultado del accidente, en la entonces Unión Soviética, se emitió más de 400 veces más radiación que la liberada por la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima (Japón) en 1945. Sigue siendo el mayor accidente nuclear de la historia.
Los trabajos de descontaminación comenzaron inmediatamente después del accidente. Se creó una zona de exclusión alrededor de la planta, y más de 350.000 personas fueron evacuadas de la zona. Nunca regresaron. Y todavía hoy se aplican severas restricciones a los asentamientos humanos permanentes.
El accidente tuvo un gran impacto en la población humana. Aunque no hay cifras claras, la pérdida física de vidas humanas y las consecuencias fisiológicas fueron enormes. Las estimaciones del número de víctimas humanas varían enormemente.
El impacto inicial sobre el medio ambiente también fue importante. Una de las zonas más afectadas por la radiación fue el bosque de pinos cercano a la central, conocido desde entonces como el «Bosque Rojo». Esta zona recibió las dosis más altas de radiación, los pinos murieron instantáneamente y todas las hojas se volvieron rojas. Pocos animales sobrevivieron a los niveles más altos de radiación.
Por lo tanto, después del accidente se asumió que la zona se convertiría en un desierto para la vida. Teniendo en cuenta el largo tiempo que algunos compuestos radiactivos tardan en descomponerse y desaparecer del medio ambiente, la previsión era que la zona quedaría desprovista de vida salvaje durante siglos.
La fauna de Chernóbil en la actualidad
Pero hoy, 33 años después del accidente, la zona de exclusión de Chernóbil, que abarca un área que ahora se encuentra en Ucrania y Bielorrusia, está habitada por osos pardos, bisontes, lobos, linces, caballos de Przewalski y más de 200 especies de aves, entre otros animales.
En marzo de 2019, la mayoría de los principales grupos de investigación que trabajan con la fauna de Chernóbil se reunieron en Portsmouth, Inglaterra. Unos 30 investigadores de Reino Unido, Irlanda, Francia, Bélgica, Noruega, España y Ucrania presentaron los últimos resultados de nuestro trabajo. Estos estudios incluían trabajos sobre grandes mamíferos, aves nidificantes, anfibios, peces, abejorros, lombrices de tierra, bacterias y descomposición de la hojarasca.
Estos estudios demostraron que en la actualidad la zona alberga una gran biodiversidad. Además, confirmaron la ausencia general de grandes efectos negativos de los actuales niveles de radiación sobre las poblaciones animales y vegetales que viven en Chernóbil. Todos los grupos estudiados mantienen poblaciones estables y viables dentro de la zona de exclusión.
Un claro ejemplo de la diversidad de la fauna en la zona lo ofrece el proyecto TREE (TRansfer-Exposure-Effects, dirigido por Nick Beresford, del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido). En el marco de este proyecto, se instalaron durante varios años cámaras de detección de movimiento en diferentes áreas de la zona de exclusión. Las fotos grabadas por estas cámaras revelan la presencia de abundante fauna en todos los niveles de radiación. Estas cámaras registraron la primera observación de osos pardos y bisontes europeos dentro del lado ucraniano de la zona, así como el aumento del número de lobos y caballos de Przewalski.
Nuestro propio trabajo con los anfibios de Chernóbil también ha detectado abundantes poblaciones en toda la zona de exclusión, incluso en las áreas más contaminadas. Además, también hemos encontrado signos que podrían representar respuestas adaptativas a la vida con la radiación. Por ejemplo, las ranas dentro de la zona de exclusión son más oscuras que las que viven fuera de ella, lo que supone una posible defensa contra la radiación.
Los estudios también han detectado algunos efectos negativos de la radiación a nivel individual. Por ejemplo, algunos insectos parecen tener una vida más corta y se ven más afectados por los parásitos en zonas de alta radiación. Algunas aves también presentan mayores niveles de albinismo, así como alteraciones fisiológicas y genéticas cuando viven en localidades altamente contaminadas. Pero estos efectos no parecen afectar al mantenimiento de la población de fauna en la zona.
La ausencia general de efectos negativos de la radiación en la fauna de Chernóbil puede ser consecuencia de varios factores:
En primer lugar, la fauna podría ser mucho más resistente a la radiación de lo que se pensaba. Otra posibilidad alternativa es que algunos organismos podrían estar empezando a mostrar respuestas adaptativas que les permitirían hacer frente a la radiación y vivir dentro de la zona de exclusión sin sufrir daños. Además, la ausencia de humanos dentro de la zona de exclusión podría estar favoreciendo a muchas especies, en particular a los grandes mamíferos.
Esta última opción sugeriría que las presiones generadas por las actividades humanas serían más negativas para la fauna a medio plazo que un accidente nuclear, una visión bastante reveladora del impacto humano en el entorno natural.
El futuro de Chernóbil
En 2016 la parte ucraniana de la zona de exclusión fue declarada reserva de la biosfera radiológica y medioambiental por el gobierno nacional.
Con el paso de los años, Chernóbil se ha convertido también en un excelente laboratorio natural para el estudio de los procesos evolutivos en entornos extremos, algo que podría resultar valioso dados los rápidos cambios ambientales experimentados en todo el mundo.
En la actualidad, varios proyectos tratan de reanudar las actividades humanas en la zona. El turismo ha florecido en Chernóbil, con más de 70.000 visitantes en 2018. También hay planes para desarrollar plantas de energía solar en la zona, y para ampliar los trabajos forestales. El año pasado, incluso hubo una instalación artística y una fiesta tecno dentro de la ciudad abandonada de Prypiat.
En los últimos 33 años, Chernóbil ha pasado de ser considerado un desierto potencial para la vida a ser una zona de gran interés para la conservación de la biodiversidad.
Puede sonar extraño, pero ahora hay que trabajar para mantener la integridad de la zona de exclusión como reserva natural si queremos garantizar que en el futuro Chernóbil siga siendo un refugio para la fauna.