Carácter de la ciudad
Atenas, con sus altos edificios y sus tiendas contemporáneas, es la primera ciudad europea cuando se aborda desde Oriente Medio. Cuando se aborda desde el oeste, desde cualquier otro lugar de Europa, lo que sorprende al visitante es la influencia de Oriente -en la comida, la música y la clamorosa vida callejera-, tal vez vestigios de una época en la que Atenas estaba divorciada de la sociedad europea bajo el yugo del dominio otomano. Sin embargo, es un error decir que Atenas es una mezcla de Oriente y Occidente: es griega y, sobre todo, ateniense. Al fin y al cabo, la ciudad alimentó la civilización occidental hace miles de años. Atenas sigue estando en el escenario mundial hasta el día de hoy.
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En particular, en 2004 el mundo acudió a la ciudad para los Juegos Olímpicos, lo que impulsó una espectacular transformación de Atenas. Además de construir una serie de nuevos recintos e instalaciones deportivas (incluido un estadio diseñado por Santiago Calatrava), Atenas llevó a cabo enormes mejoras en las infraestructuras de transporte que incluyeron una espectacular ampliación del transporte público y la construcción de un nuevo aeropuerto internacional.
Unos tres siglos después de la muerte de Pericles (429 a.C.), los atenienses entraron en un periodo de esclavitud que duró casi 2.000 años. La ciudad fue liberada en 1833, y en los siguientes 170 años fue escenario de más de una docena de revoluciones, otra brutal ocupación extranjera y una guerra civil de especial salvajismo. Esta larga historia de pasión y sufrimiento ha tenido un efecto considerable en el carácter ateniense. El núcleo de ese carácter es una implacable voluntad de supervivencia, reforzada por un profundo sentido de la lealtad (especialmente a la familia) y el patriotismo. La Iglesia Ortodoxa Griega, dirigida por un sínodo con sede en Atenas, fue una fuerza principal en el mantenimiento de la lengua, la tradición y la literatura griegas cuando tales cosas estaban prohibidas, y la mayoría de la gente todavía la apoya.
Los milenios de opresión, en lugar de llevar a los atenienses a una morosidad obtusa, han afinado su ingenio y los han hecho duros pero flexibles, mientras que los siglos de privaciones sólo han preservado su calidez y generosidad. La larga tradición oral, viva incluso bajo el invasor, ha reflejado y estimulado el gusto por una rica charla. Por supuesto, el impulso poético de mejorar una buena historia conduce a una considerable exageración en la conversación diaria, que se adapta a una vanidad que va acompañada de un agudo sentido del honor personal y familiar y de la mimación de los hijos. Los antiguos héroes también se envanecían de sí mismos y del honor, y se jactaban tanto de burlar al enemigo como de superarlo.